Un día de la comunidad

 

L a jornada en el Monasterio empieza con la liturgia de matines, que se inicia con las palabras “Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza”; la hora del alba es propicia para el silencio y el ahondamiento en la fe. Sigue el momento de oración personal y seguidamente, laudes, rezo de alabanza a Dios por el nuevo día. Un rato de tiempo libre y seguidamente tiene lugar la celebración más importante de la jornada: la eucaristía.

Desayunamos y nos dirigimos a nuestro lugar de trabajo en los respectivos servicios del Monasterio. La mañana acaba con una hora de lectio divina, momento clave para que la comunidad se sumerja en la Sagrada Escritura o temas teológicos. .

A ntes del almuerzo tiene lugar la oración de mediodía, la hora menor. Se almuerza en silencio o, en fechas señaladas, se escucha música o se habla.

A primera hora de la tarde la comunidad se reúne para pasar un tiempo de esparcimiento que, según el momento del año o las condiciones meteorológicas, tiene lugar al aire libre o en el claustro o bien en la antigua “bodega”, un bonito espacio donde periódicamente se imparten clases de Sagrada Escritura, Teología y conferencias de temas diversos.

 

T erminado el tiempo de esparcimiento, un rato de ocio o descanso personal y, si no hay ningún cambio necesario en el horario, es el momento de retomar las tareas laborales hasta la hora de Vísperas, un encuentro de acción de gracias por el día que ya declina. Después se dispone de un rato largo de oración personal y cena.

Se acaba la jornada y se debe valorar como ha ido el día, hecho que se realiza a través de una profunda reflexión que acaba con el último rezo del día, completas. Descanso nocturno.